domingo, 7 de agosto de 2011

Por qué creo que estamos en crisis

Llevo un tiempo leyendo un libro de crítica sobre la Constitución Española de 1978 y he llegado al convencimiento de que el sistema político que tanto admiran nuestros políticos esta creado para mantener una situación estable y bajo control de ciertos intereses políticos y económicos.
Ese estado de control donde los poderosos, por supuestos, económicos, siempre tengan la certidumbre de que pase lo pase, seguirán manteniendo sus privilegios, incluso a costa de la calidad de vida del resto de la población.
Hasta mayo de 2010, José Luis Rodríguez Zapatero decía que en España saldríamos de la crisis de otra manera, de forma que la población más débil notase lo menos posible los estragos. Ganas no le faltaban, pero algo debió pasar para que cambiara de opinión tan radicalmente. ¿Cómo podemos explicar que uno de los Presidentes del Gobierno más de izquierdas que ha tenido España se convierta tan de golpe al capitalismo más encarnizado? ¿La gente es capaz de cambiar tan radicalmente de opinión si no es por presiones? No lo creo.
Aunque cada vez que vamos a votar creemos que estamos decidiendo el futuro de nuestro país, realmente estamos eligiendo a nuestros representantes ante el verdadero poder. Nuestro futuro no se decide en unas elecciones, ni siquiera en el parlamento, sino en Wall Street, Londres y los demás centros financieros del mundo. Nuestros políticos no tienen la culpa de la crisis, pero son responsables de haber dado el poder de sus decisiones a las opiniones “expertas” del mundo del dinero.
¿Por qué un gobierno socialista ha tomado medidas tan drásticas y poco electoralistas? ¿Por qué el gobierno socialista está realizando el trabajo sucio a la derecha española? ¿Por qué el gobierno socialista ha tirado las elecciones? Si lo pensamos seriamente, el gobierno actual, como otros muchos a lo largo y ancho del mundo, no tienen un control efectivo sobre economía, y dependen, en exceso del crédito exterior para poder realizar sus políticas internas.
Si el estado no tuviese que pedir dinero prestado al exterior no importaría en absoluto que nuestra deuda tuviese una nota u otra, o que el diferencial con el bono alemán fuera más o menos alto. Pero la realidad es totalmente distinta porque necesitamos muchísimo dinero para financiar al estado y dotarle de liquidez. Si el estado no tiene liquidez y entra en suspensión de pagos, los funcionarios no cobrarían sus nominas, las empresas no cobrarían por sus trabajos, y por ende, la economía se acabaría paralizando porque la gente no destinaria el dinero más que a los asuntos más importantes. El consumo caería en picado, y a raíz de esta situación se incrementaría el paro de forma brutal. Es la pescadilla que se muerde la cola, no habría un fin. Solo tenemos que ver como se encuentra Grecia para darnos cuenta de las consecuencias.
Si a un Presidente del Gobierno le dan dos opciones, una, hundir el país, y otra, hacer recortes sociales, cualquier Presidente con sentido de estado se “inmola” con tal de salvar el país, como de facto hizo Zapatero en 2010.
De todas formas, se trata de una situación bastante rocambolesca, porque hace dos años eran los estados lo que salvaban a las entidades que ahora nos están estrangulando. Se destinaron cientos de miles de millones de euros para salvar a entidades que actuaron sin ningún tipo de pudor. Esas mismas entidades que dieron a Lehman Brothers la máxima nota a sus productos financieros el día anterior a su quiebra son las que ahora nos rebajan la nota de nuestra deuda y hacen que el estado pierda miles de millones de un plumazo. Y encima nos rebajan la nota de nuestra deuda porque tuvimos que destinar nuestro dinero para salvar a las entidades que ahora juegan con nuestro futuro como quien juega al póker.
En el capitalismo, el dinero, al igual que la energía en física, ni se crea ni se destruye, solo se transforma, o más sencillamente, cambia de manos. De la de los gobiernos y ciudadanos a las entidades más poderosas del mundo. Al final resulta que las opiniones expertas en la materia se dedican única y exclusivamente a modificar los mercados en su propio beneficio.
Pero, ¿podemos cambiar las cosas? ¿Podemos hacer frente a esta situación? ¿Pueden los estados acabar con el poder estas entidades? ¿Realmente, los gobiernos están dispuestos a acabar con esta situación? ¿Todos los partidos políticos de nuestro país están dispuestos a acabar con los privilegios de las entidades financieras? Estas preguntas tienen respuesta.

viernes, 5 de agosto de 2011

¿Por qué creo en la Justicia Social?

Tal y como yo lo entiendo, la Justicia Social es aquella series de actos que se ejecutan por parte de los gobiernos de toda índole para que todos los ciudadanos tengan igualdad de oportunidades para alcanzar el futuro que deseen.

Hace mucho tiempo que quería hacer un artículo como este pero no se me ocurría ningún tema de la suficiente importancia como para plasmarlo por escrito. Pero ayer, hablando con unos amigos, descubrí que los problemas sociales de hoy en día no son, en su raíz, originados por la brutal crisis que atraviesa nuestro país, sino más bien por la desigualdad social que impera a sus anchas desde siempre.

La democracia trajo a nuestro país en los últimos 30 años unos niveles de prosperidad que nunca habíamos tenido ni imaginado, pero a pesar de todas las mejoras, siguen existiendo barreras casi infranqueables para ciertos colectivos que hacen imposible que puedan aspirar a unos niveles de vida más elevados.

Podríamos enumerar muchísimos factores que influyen en la calidad de vida de los seres humanos (la educación, la sanidad, el medio ambiente, etc.), pero creo que una vivienda digna es posiblemente una de las condiciones más importantes para poder prosperar como persona.

En los últimos meses estamos viendo como se incrementan el número de desahucios a personas que debido a la crisis ya no pueden hacerse cargo de sus hipotecas, y acaban en la calle. Con estos desahucios, se acaban los sueños de miles de personas a lo largo de nuestro país, pero aun después de perder su casa y sus pertenencias, la hecatombe a la que se ven arrastradas, no termina. En la mayoría de los casos, después de perder la casa, tienen que hacer frente a deudas millonarias, que tendrán que hacer frente sin propiedades y después de haber destinado el trabajo y el esfuerzo de toda su vida a un sueño que ya no existe.

¿Quién puede preocuparse de tener la mejor educación posible si ni siquiera es capaz de vivir dignamente? ¿Quién puede dedicarse a montar un negocio si no es capaz de pagar un alquiler? Estas preguntas me las hago desde hace años, pero poco a poco los acontecimientos sociales más importantes nos ponen a todos en su lugar.

La dación en pago de las hipotecas debe ser una prioridad en un país que ha vivido muy por encima de sus posibilidades, donde se daban créditos hipotecarios casi por sorteo y donde los gobernantes no han sido capaces de evitar esta hecatombe. Es la esencia de la justicia social que los gobernantes hagan todo lo posible, no para satisfacer a los poderes económicos, si no para satisfacer las necesidades más importantes de la población.

La crisis actual se debe a una situación financiera suicida, pero se ve agravada por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria de nuestro país. Hasta que la gente no pueda dedicar sus esfuerzos económicos a otra cosa que no sea pagar sus casas, no podrán dedicar sus recursos económicos a otras cosas, y la economía no levantará cabeza.